lunes, 31 de enero de 2011

elefantes y mercurio

en savia el tiempo
difumina sus contornos,
tiene los pétalos dispersos,
encogidos,
por no ser dúctil ciencia y equilibrio

no hay hoy, y el ahora
es de goma lisa,
surrealista

ayer fue hace
setenta y tres
años, el tiempo es
una entelequia, por fin
se libraron
del gran manipulador


salgo a la luz
mortecina
que la lluvia desató en la tarde
y subo a mi coche
con un elefante gris amarrado a mi espalda,
es difícil conducir así
con este peso que me convierte en mercurio,
mercurio que se derrama
por las rendijas del garaje,
mercurio soy en la cocina
semilíquido semisólido,
dolor por dolor
busco el silencio
y sólo encuentro elefantes y mercurio


sábado, 29 de enero de 2011

Poetas de guardia: Unidad en ella, de Vicente Aleixandre.

Unidad en ella
Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,

rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima,
con esa indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.

Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.

Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.
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martes, 25 de enero de 2011

manifiesto asténico.



digo a los espejos
que no me devuelvan los detalles

digo mar enjuto
y hermosas flores de plástico,
digo intuitiva, libertaria, elástica, antisistema,
digo enredadera hostil, cactus triste

digo Calíope y Atenea
y vuelvo a escribir torcido
y vuelvo a escribir barato
y vuelvo a escribir daltónico

digo iris y digo zambra
porque me gusta el sonido que dejan
en su boca al salir
disfrazados de nube

en mi agujero caben pocas
palabras como banderas
como chirridos palabras
como cálculos palabras
máquinas como palabras

digo noche
y luna digo
pero la luna es a veces
sólo una mancha en la noche

digo ellos
alla ellos
ellos los extraños
ellos con sus fórmulas
perfectas, con sus
quehaceres viriles
su física, su poso
su cínica matemática

escribo, al fin
caricia, escribo pereza
-uno está cansado de su nombre
y necesita
un paraíso tropical sin dictadura-
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domingo, 23 de enero de 2011

naranjas

cerré los ojos
comí naranjas
tomé tus pechos
bebí tus labios
anduve ciego
fundé ciudades
estuve sólo
amanecí tuyo

jueves, 20 de enero de 2011

Tres tristes tigres.

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Tengo una tristeza pequeña,
polivalente,
una tristeza de lunes
que inocula en la semana
un hueco definitivo,
el vacío a deshora
que es como un ansia sin brazos.

Me mira a los ojos
con los suyos, tristes,
y es tan triste la tristeza
con sus cálculos azules
y sus números viciados.

Yo me expando en palabras
que quisieran ser poemas,
me duermo, infantil, en tu regazo,
pero debería invocar la lluvia
con un sortilegio itinerante,
recorrer los senderos tras su paso
y no sentirme extraño aquí sentado.
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lunes, 17 de enero de 2011

Vómito.

Son palabras de métrica siniestra,
palabras innombrables
de auricular y carcoma,

dureza y dolor
sin escusas y escrúpulos,
rendijas para el jugo de la muerte,
resquicios para las ratas de la muerte,

cloacas con sus túneles
y túneles en palabras, que son
lo que no quisieran ser,
eufemismos que infectan
las cuencas vacías del dolor,

vida en rebajas
con sus restos de serie, su stock
máximo de días consumibles,
sus veranos que ya no serán,

la miseria infinita de morirse,
de morirnos,
así, tan poco humanos.
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sábado, 15 de enero de 2011

Momentos.

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Sucede a veces
que la tarde se prende a tu cintura
y entonces el verano
anida en los relojes.
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Sucede cuando somos,
cuando estamos sucede

que te sueño bucanera
en nuestra isla sin playas.

Huyes a veces
con un estruendo repentino
que declara abisal nuestra distancia
y esa ausencia de tí, contigo,
se instala, adormidera, en mi rutina.

A veces soy yo
el que no existe
-el mundo se prolonga
en inútiles simulacros-
y solo quiero un lugar
como tu cuerpo.


jueves, 13 de enero de 2011

Rebajas.

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El autobús verde cruza con desidia el bulevar.
Cada pasajero es una isla en invierno.
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En las farolas los perros añoran la lluvia.
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Palabras inútiles se esparcen en el blanco.
Tienen el valor de una campana en el desierto.
Son letras desbocadas que quisieran ser sonido.
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La tristeza no es más que una máscara de tristeza.
La estatua de un héroe muerto donde duermen las palomas.
Un accidente demasiado habitual.
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Hay un amor que huye por la ventana del patio de luces.
Con sábanas tristes como un prófugo típico.

Mi mano recorre el silencio que nombra tu cuerpo desnudo.
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martes, 11 de enero de 2011

en días como éstos

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el olor a sal, y a mar,
las pisadas en la arena,
las últimas gaviotas
que dejaron de ser aves
para servir de fondo en las fotos,
sus pasos, la playa, las horas
¡corre!
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un sabor agrio al verter
el desayuno en las tazas,
un presagio, un malestar
en las rodillas, los mínimos golpes,
el dolor de las últimas cosas
que no se pudieron hacer
¡vete!
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el futuro en los mapas,
paradojas en los trenes,
el inverso tic tac de los relojes,
cuenta atrás hacia la hora
de la verdad más incierta,
la mirada se hace acuática
¡vive!
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esas horas blancas que en la noche
son vísceras, son folios, son fonemas,
los silencios que no suman,
los pentagramas sin notas
y un frío antiguo en los pies
a la hora de la siesta
¡sueña!
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miércoles, 5 de enero de 2011

Cansancio.

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No estoy cansado
de los atardeceres húmedos
y la estupenda algarabía del verano,
siempre sucediéndose
los segundos, las horas que les siguen,
los meses con sus nombres
y sus números, siempre iguales
- febrero, ¡ese rebelde!-
con la certeza infinita
de su esencia de ser meses.
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Sé que las farolas se encienden
tras el último aullido
y que hay días, siempre iguales
que repiten su exterminio.
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No me cansé
de la belleza sabia que el tiempo
ha amasado en tus ciudades
ni del mar omnipresente
en mis dudas y tu entrega.
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Sé que los relojes sueñan
con la cálida piel de la noche,
ellos también quieren
ser inmortales, amar,
doler, morir acaso
con la leyenda del tiempo tatuada en su osamenta.
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No me cansé todavía
de las dos dimensiones de los trenes,
del zumbido monocorde de los grillos,
de lo rápido que el placer se difumina,
de la insondable sustancia con que están hechos tus ojos
del tránsito sumiso de las estaciones
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pero comienzo a estar ya harto
de ver las mismas caras
en los mismos lugares
mirándonos desde arriba.
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martes, 4 de enero de 2011

Poetas de guardia: 2 poemas de Blas de Otero.

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Un relámpago apenas

Besas como si fueses a comerme.
Besas besos de mar, a dentelladas.
Las manos en mis sienes y abismadas
nuestras miradas. Yo, sin lucha, inerme,
me declaro vencido, si vencerme

es ver en ti mis manos maniatadas.

Besas besos de Dios. A bocanadas
bebes mi vida. Sorbes. Sin dolerme,
tiras de mi raíz, subes mi muerte

a flor de labio. Y luego, mimadora,
la brizas y la rozas con tu beso.

Oh Dios, oh Dios, oh Dios, si para verte
bastara un beso, un beso que se llora
después, porque, ¡oh, por qué!, no basta eso.


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Ciegamente
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Porque quiero tu cuerpo ciegamente.
Porque deseo tu belleza plena.
Porque busco ese horror, esa cadena
mortal, que arrastra inconsolablemente.
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Inconsolablemente. diente a diente,
voy bebiendo tu amor, tu noche llena.
Diente a diente, Señor, y vena a vena
vas sorbiendo mi muerte. Lentamente.
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Porque quiero tu cuerpo y lo persigo
a través de la sangre y de la nada.
Porque busco tu noche toda entera.
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Porque quiero morir, morir contigo
esta horrible tristeza enamorada
que abrazarás, oh, Dios, cuando yo muera.
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sábado, 1 de enero de 2011

uno de enero

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Dejamos crecer las horas últimas
con severo disimulo, haciendo solo
lo que había que hacer, fingiendo

lo justo, necesario para ser tan bienvenidos
al reparto anual de beneficios.
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Comimos con desdén las uvas (precio abusivo)
después de amarnos con la única luz
de un televisor de plasma de 40 pulgadas
y al rumor de jadeos y esemeeses, espasmos y bocinas
le siguió una pereza largo tiempo demandada.
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Así, sin cuentas pendientes, mano y piel,
fiel obelisco, sabor a mango en los pliegues
que retocan la estructura de una diosa, así
con permiso del horóscopo y los planetas,
los relojes, la pasión bien entendida, las mujeres,
así, uno de enero, año con año, pasa la vida.
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1 / 1 / 11.

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