miércoles, 27 de agosto de 2014

14'4 km




14'4 km


estrecho
tu nudo
tu boca estrecha
las cabras que merodean
en los ojos estrechos
se estrecha la mirada
unos ojos
los tuyos
están viendo el otro lado
desde el que miro
una montaña compacta
grúas largas
como de puerto
manchas blancas que imagino poblados
tras esta franja de mar
que seca tus pupilas de gigante



lunes, 25 de agosto de 2014

Suroeste


En algún suroeste de sombra fresca
encontré a la araña paciente
que aspira al trueque como forma de vida.

Es evidente, los senderos no están marcados,
en un adivinar el nombre científico de ciertos árboles
consiste el caminar cercado de naturales atávicos
como la primera vez que viste a una mujer desnuda
y no era mayo sino invierno.

La sed resiste, no se sacia con zumos
o fruta recién ordeñada, la sed tiene unas redes
que precisan rendición o desconcierto.
Encontré piedras desérticas fijamente enclaustradas,
oficio de agua y limpieza,
talismanes que nos miran
con la pasiva aventura de sabernos vivos.

Días que reviven luego
en fantásticos hoteles gastronómicos
de algún pueblo de media montaña
y buenos caldos.

Ladran perros en pedanías antiguas que
abdican, y derrocan al tiempo establecido
en arrozales distintos, en pereza
de árboles y construcciones vitales
que no activan mas allá de la altura de los pinos.

Es un tedio de horas rotas, ojos que convergen horizonte,
de viento frutal y omnipresente.
Dársenas sin culpa, ensenadas veloces, arena
que retorna en bucles repetidos
a la necesaria tarea del mañana. 

 

miércoles, 20 de agosto de 2014

Hebras de lumbre




No sé qué coño es el bosón de Higgs
pero esta tarde he visto gaviotas limpias
ondear océano desde fronteras invisibles
y he comprendido el significado de la palabra malecón.

Al llegar a la choza me saludan impasibles las gallinas,
sus últimos huevos colaboran en la cena,
revuelto de ajetes y setas, vino de Cadiz
y sandía tan roja como los labios
de la mujer más libre que me ha mirado a los mares
en ambas mareas desnudado.

He caminado por bosques verdes y pueblos blancos,
por dunas, por playas de algas, por piedras antiguas,
mis piernas son una máquina artesana
que llega a los lugares donde se ordena el lenguaje.

Desde el tajo un rumor dice
que han procesado a una infanta triste.
Algo se mueve o es una nube que no alcanza a ser luciérnaga.
Las camareras me sonríen como girasoles alados,
el cuero en sus tobillos agita mediodías.
Hay flores que regresan a los patios
a la misma hora del siempre y la puesta de sol
es aplaudida como al final de una ópera de Puccini.

En el Callejón de la Pena me he encontrado
tres veces con el azar a mis espaldas,
una señal incompleta y un gato que intentaba
escalar una buganvilla de incierto color naranja.
¿Son loros esos del plumaje verde y gritos,
esas aves del paseo genovés molestando a las palomas?
¿Es un drago ese árbol memorable?
Esos pezones anchos y redondos
exquisitos y con peces
frontera de abedules y saudades,
poesía infantil y hasta pronto allí nos vemos
en plaza Venus esquina Columela.

Apuro la copa, el verso se apura
o alarga, el tiempo, apura sus lecciones
en el jardín colonial, en arenas estelares
que el viento agita como agita este poema
que se va desvaneciendo en avalancha.

No intento repetir la luz. Cada día
es una nueva enredadera. El parque
alardea de colores, la tarde
se ha disfrazado para no ser confundida.
En la cama de juncos, escondida en un cajón,
espera la lectura.


lunes, 18 de agosto de 2014

Sur


a veces me descuelgo en unos ojos
y como arena en un bosque de pinos balcón de mar
me dejo llevar por un viento sin nombre

un faro en el sur
me señala el camino de regreso
todas las direcciones tienen una gota de sal
sed de sur embebida de colores
hambrientos de sed y de páginas
que den verso a los sentidos

me pierdo
en el polo magnético
mientras recojo una concha trabajada
por años de mar
golpes de mar
iguales y distintos

me llevo tu sur y tu energía ambulante
a mi lugar depósito de rutinas
a las sombras que me cercan
como gaviotas a barcos regresando a puerto. 

 

miércoles, 13 de agosto de 2014

Condicionando (II)


Tendrías que aprender a volar como un ciempiés
sorprendido por sus patas voladoras
en un cuento japonés ilustrado
con antropomórficos insectos.

Debería acampar en el volcán de tu ombligo
sin permisos ni carreras
construir chozas, plantar pinos
abrir cortafuegos hasta el acantilado

y en un descuido
de tan arduas tareas
subir al desván
y desvestirnos. 


 

lunes, 11 de agosto de 2014

Nuestros muertos




Nuestros muertos
tienen una edad ingrata.
Recordamos
vagamente
su luz preñada de domingo
el tiempo
del abrazo firme y generoso.
Su ausencia
es una daga brillante:
las cuencas oculares
semivacías
sus muecas de casimuertos
en cada recuerdo
el extraño rictus en sus bocas
asaltando el sueño
cuando el deber es madrugar.

Son una carga en el hombro
nuestros muertos
habitantes de un limbo estupefacto
desalentador
y siempre ávido de mordazas.
Activan la senda que parecía perdida
renuevan el pacto de no agresión
con la potencia de sus años libres
y se quedan en el lugar deshabitado
nos hablan como si no hubieran
muerto
nos lastiman y ellos
no lo saben
sacan a pasear nuestra historia
como si fuéramos perros.

No respetan el duelo
forman parte de la vida
aunque no se les llama.
No duermen bien y no dejan
de existir.


jueves, 7 de agosto de 2014

Algo tan simple


He aprendido
de la sal y la caída.
Aprendí a ser débil
a desgajarme en cada punto de fuga
y a llorar el agua
en una ventana cualquiera
como tantas veces.

Del cuerpo y de la casa
fui superviviente
ángel clonado en abismos
con piezas largas
de algún cercano desguace.

De vosotros aprendí
el camino hacia el mercado
y las veces
tantas
en las que tan poco era tanto.

Cambian los transeúntes
 los puestos las farolas
-las nubes son las mismas
pero ensayan nuevas formas-
hay nuevos sabores en las sopas de sobre
y la carta de helados
se ha sofisticado
sobremanera
pero la vida
básicamente

sigue siendo algo tan simple
como entonces.


lunes, 4 de agosto de 2014

La chica de ayer me sonríe en el pasillo de frutas y verduras


Voy a romper tu mirada triste 
con un par de versos destructores.

Recogeré sus pedazos, los restos
mínimos de aquel mirar asimétrico.

Con paciencia de alfarero
ilustraré el mosaico de tu vista extraviada
con las pequeñas partes
que han sobrevivido al tiempo
para construirte el recuerdo
de cómo eras.