domingo, 20 de febrero de 2011

Un año ya.


El mar se llevó el polvo de tus últimas ficciones,
fue epitafio y epílogo,
abandono sin prisa
pero con el ansia urgente
por unirte al elemento que te dió
las alas de pescador, y el vuelo
de un fabuloso albatros.

No quisiste morir de mala muerte
en aquel húmedo callejón de la memoria
y fuiste sólo
llama, que indolora se apaga
con la brisa de ese mar que te reclama
con esa calma que nunca
habías guardado en tu almohada.

Fuimos padre e hijo,
actores de tercera interpretando malos papeles
que un día
jugamos a intercambiar nuestros oficios
-¿recuerdas
cuando decías: mañana,
ahora no me apetece?
con la mirada perdida en un coche
que cruzaba en diagonal por tu demencia-.

¡Cuánto lloré por tí, y cuánto
lo que no pude llorar!
¡Qué poco te conocí, y tanto
que no me supiste dar!

Hoy estás donde tú quieres,
en las olas -mar que habitas-
y en las rocas
junto a los cangrejos rojos que recogen
las últimas caracolas.

Allí, sí te conozco, allí
me abrazas donde las espumas rompen
y eres arena en los castillos de los niños.

Allí, el rumor fértil del océano
me seca las lágrimas no lloradas
y me siento más cercano a tí
que en los años largos
de padre
y de hijo.
.
.
.

7 comentarios:

Cita Franco dijo...

Uff... que triste...
El sentimiento se hace mas fuerte cuando la distancia eterna esta presente. No sé si es por vergüenza a haberlo mostrado antes o porque simplemente no existia. El sentimieto nace tarde. Pero nace.

Besos

Cita

María Socorro Luis dijo...

Qué gran poema. Y qué hermoso.

Como dice Cita, el sentimiento crece, cuando la distancia, la ausencia, es definitiva.

Muxus.

Luisa Navarrete dijo...

Eloy no sé qué decirte, sólo que me emocionaste muchísimo

Un abrazo enorme

Unknown dijo...

Hay poemas que nacen y no necesitan confirmas para ser un gran poema, este es uno de esos, porque nace emocionado y emociona, toca las fibras donde se anidan los sentimientos.
Un abrazo.
Leo

rubén lapuente dijo...

Toda la plata que hay en las olas, el mar se lo da al niño y en la arena le basta con hundir su manecita y sacar, de primeras, la concha ,la estrella ,que esconderá luego como un tesoro.
Algo así leí de Mortal y Rosa con el mar de escuela azul y verde de la infancia.El mar la tierra firme de los niños: está en buenas manos tu hijo. Lo siento

Sara Royo dijo...

Qué preciosidad.
Un besico.

Laura Caro Pardo dijo...

Me emocionó leerte. Es precioso.
Siempre que vengo me doy cuenta de todo lo que me pierdo por no poder venir más.
Un abrazo.