jueves, 25 de mayo de 2017

Cargas de progundidad relativa





No hay maleficio o costumbre
en esta línea plana que me demora
y endurece mis piernas como raíces de hierro
y me ata al suelo con febreros de plomo negro.


Tras el ancla del tiempo febril
intuyo la sombra más fiel que me delata.
El cuerpo asiste desabrido a la derrota
y busca abrigo allá donde las piernas marcan
el ángulo isósceles invertido.


Mi levedad es el germen
desde el que amanezco perenne e inconcluso
visitante desconcertado de las voces y los ecos
que como manto de enero nos salpican.
 

Cansancio de rodar por un otoño inapelable
con sonidos hipócritas a las puertas de una boca
que ha de salvarme cada día
como si fuera el último.


Habrá que recordar que hay que hacerlo
el movimiento la matriz la fuerza.
Que la arena no ceja en perpetuarse
descendiente de la piedra y compañera.
Que todas las mañanas del mundo
me contemplan con su luz.
Que el riesgo es caliente como una choza
y finalmente irreversible.


Y que el girasol ya estuvo allí
dando la vuelta al modo
mucho antes del nosotros.





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