lunes, 2 de enero de 2017

El estado de la cuestión





No se mueve ni la cola del pez. Los gatos
están soñando con cortinas que escapen del viento que llaga las flores.
Crecen vegetales en las vulvas de las aceras y los fotógrafos
dejan cuentas por pagar en los estantes de una ciudad abandonada.


Últimamente, entre los escombros del beso, encuentro detalles
relevantes, subtramas que balbucean su metalenguaje
desde los hangares de la palabra.


No se mueve una hoja, ni siquiera para caer
si es octubre en casi todos los establos. El péndulo
pierde su noción de ser. El gris pinta las caras de gris,
las entradas de los cines, el aliento macabro
de los que no sobrevivieron, las latas de atún gris
en la nevera que ya no es blanca
sino gris metalizado. Un cono
en una autopista, la soledad de lo inmóvil, asfalto,
las crines grises del asfalto
anulando la inocua
perspectiva del hombre común.


Pronto habrá tour operators que ofrezcan
primera línea de naufragio con extra de salvamento increíble en el último segundo,
refugiados de todo a 1 euro para selfie con riesgo.
La estupidez tiene los días contados
y son años luz. Y no pasa nada. El agua
horada los ojos del puente.


No pasa nada. Ni el ángel del final
para este silencio. Yo me defiendo del tedio
recopilando colores en cajas que recopilan colores.
Andando el camino desandado,
siguiendo el reguero de rasguños en la tierra,
interrumpiendo el trillo de las hormigas rojas.


Las vainas acuden a los bares como todas las mañanas del mundo,
No llueve pero un pájaro está a punto de colarse en una biblioteca.
Suenan canciones del revés y nadie se da cuenta.
 

Me tomo un vaso de agua de jengibre
con limón.


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