martes, 10 de enero de 2017

Tan triste




Se puso la tarde tan triste
que tuve que alquilar un paraguas.


Resultó que los pronósticos
acertaron con codicia:
llovió en blanco y negro en la cocina,
sobre la mesa del comedor
densos nubarrones
ensayaban nuevas formas
de la inactividad.


El pasillo fue una cueva
sin salida
durante tres horas y veinte,
tiempo en el que la noche
formaba un manto
de ausencias.
 

De las paredes caían
los huecos a bocajarro
y el suelo era un vacío
ancho del desamparo.


Se puso la tarde
tan triste
y tan tarde.



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