viernes, 29 de junio de 2012

Poetas de guardia: José Moreno Villa.



Observaciones con Jacinta


Mira, peliculera Jacinta,
mira bien lo que tiene por nariz el elefante.
Mira lo que necesitamos para sentarnos;
mira la casa inmensa que tiene lo que llamamos rey.
Mira esto de dormir, levantarse, dormir y levantarse:
mira la mujer y el hombre que contratan no separarse jamás;
mira al canalla, dueño de nuestro globo;
mira como la flor tierna sale del suelo duro;
mira que de los palos de los árboles
nacen comestibles aromáticos.
Mira que del cielo puro nos llegan
agua, rayo, luz, frío, calor, piedras, nieves.
Absurdo y misterio en todo, Jacinta.


De Jacinta la pelirroja (1929)






Después de todo eras tú lo que yo buscaba


En las letras de un cantoral, 
entre la retama y el jacinto serrano,
en el ancho mar, en la taberna inquieta,
en el fondo de la copa verde,
después de todo eras tú lo que yo buscaba.
Pregunté muchas veces a las guías turísticas
dónde suspira el lugarejo ignorado por la epopeya;
pregunté a los filósofos por la llave del secreto;
fuí devorando pregunta a pregunta mi vida,
y después de todo resultas tú lo que yo buscaba.
Pude leerlo en mil detalles:
verte y enmudecer,
verte y olvidarme del mundo,
verte y hablar luego por las calles solitarias,
verte y sentir el cuerpo,
verte y huir hacia los confines de mí mismo.
Desmadejado y alma en pena,
imaginé que lo mejor era llorar en los ocasos,
leer los libros místicos
y contribuir a la redención de los débiles.
Y, en todo, en todo, en absolutamente todo,
no había más que la busca de tu persona.
Sí, después de todo eras tú la búsqueda.
Y aquí declino ya todo examen y toda crítica.
Tú, con tus faltas y tus sobras;
tú, con tu maravilloso complemento rubio a mi color de bronce.



José Moreno Villa    
(1887-1955)





martes, 26 de junio de 2012

Verano






En todas las miradas hay un pedazo de mar
…………………y regresas
al batir de una gaviota
………………………. …….lejanísima

al dulce sopor paracaidista
……………   y repasas aquel
cuerpo esgrimido en su pétrea belleza.


No quedan horas en el bolso
ni espejismos que aleteen
sobre el tapiz de cuerpos asolados.
Toda la reunión de arena tiene un letargo lúcido
de tiempo inanimado.

El océano no recuerda
la humedad en los ojos que le miran.
La espuma delata a la orilla
con sus fugaces castillos,
su aseada postura
en el verano urgente en el que nos hemos encontrado.



domingo, 24 de junio de 2012

Por ejemplo



Sigue haciendo calor y no me afeito.

Hay un error quirúrgico en la sala de espera.
En el purgatorio una bañera helada sin toallas.

Yo cito una frase célebre sin autor
y no recuerdo los asientos de los trenes
ni el nombre de la estación.

Hace calor porque debe hacerlo
y es así
tan previsible
como una camiseta en el respaldo de una silla.

Nada vuelve a ser igual
pero el río arrastra
una corriente homogénea
de piedras sin rozadura
y árboles en la ribera que fijan su destierro.

Hace calor por ejemplo.
Lo acaban de decir en todos los telediarios.

Se ha pinchado el balón en las ascuas de la hoguera.
¿Qué hora es si el reloj perdió sus números?
¿Qué hora es por ejemplo a las 19'03?








martes, 19 de junio de 2012

Días apocados



Días apocados
blandiendo una ubre menguante.

Los surcos de un verano
que no sucederá
como ese tiempo antiguo
desgastado
que se va y no recuerda
al niño perdido en la arena
que regresa con la cara sin formas
al rabioso presente quemante

Una mujer ha preñado su huerto
de alhajas y ojalás.
La era esparce corazón
por las espigas del ocaso más amable.
Y hay nidos que apuestan por el sol
y cuelgan de vida las fachadas.
Los cuerpos siguen engendrando
el fértil simulacro del deseo
y hay desnudos que son como vuelos
tan altos como alegría.


Un estío en desconcierto
está tintando mis manos.
Yo miro desde la acera
al mundo que me tropieza.

domingo, 17 de junio de 2012

Poetas de guardia: Grito hacia Roma, de Federico García Lorca.




(Desde la torre del Chrysler Building)


Manzanas levemente heridas
por los finos espadines de plata,
nubes rasgadas por una mano de coral
que lleva en el dorso una almendra de fuego,
peces de arsénico como tiburones,
tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud,
rosas que hieren
y agujas instaladas en los caños de la sangre,
mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos
caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula
que untan de aceite las lenguas militares
donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma
y escupe carbón machacado
rodeado de miles de campanillas.
Porque ya no hay quien reparta el pan ni el vino,
ni quien cultive hierbas en la boca del muerto,
ni quien abra los linos del reposo,
ni quien llore por las heridas de los elefantes.
No hay más que un millón de herreros
forjando cadenas para los niños que han de venir.
No hay más que un millón de carpinteros
que hacen ataúdes sin cruz.
No hay más que un gentío de lamentos
que se abren las ropas en espera de la bala.
El hombre que desprecia la paloma debía hablar,
debía gritar desnudo entre las columnas,
y ponerse una inyección para adquirir la lepra
y llorar un llanto tan terrible
que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante.
Pero el hombre vestido de blanco
ignora el misterio de la espiga,
ignora el gemido de la parturienta,
ignora que Cristo puede dar agua todavía,
ignora que la moneda quema el beso de prodigio
y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.
Los maestros enseñan a los niños
una luz maravillosa que viene del monte;
pero lo que llega es una reunión de cloacas
donde gritan las oscuras ninfas del cólera.
Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas;
pero debajo de las estatuas no hay amor,
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo.
El amor está en las carnes desgarradas por la sed,
en la choza diminuta que lucha con la inundación;
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre,
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas.
Pero el viejo de las manos traslucidas
dirá: amor, amor, amor,
aclamado por millones de moribundos;
dirá: amor, amor, amor,
entre el tisú estremecido de ternura;
dirá: paz, paz, paz,
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita;
dirá: amor, amor, amor,
hasta que se le pongan de plata los labios.
Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto,
los negros que sacan las escupideras,
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los directores,
las mujeres ahogadas en aceites minerales,
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,
ha de gritar frente a las cúpulas,
ha de gritar loca de fuego,
ha de gritar loca de nieve,
ha de gritar con la cabeza llena de excremento,
ha de gritar como todas las noches juntas,
ha de gritar con voz tan desgarrada
hasta que las ciudades tiemblen como niñas
y rompan las prisiones del aceite y la música,
porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor de aliso y perenne ternura desgranada,
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos.


Federico García Lorca







jueves, 14 de junio de 2012

En la rendija oficina





En la rendija oficina ……………………. un sopor



música ……….. al mar ………………… a una sandalia
………. que es ……… lo que un sueño



La aureola lunática de hombros isósceles
……………………… es un verano de mujer
acuarela pintada al deseo con luz
………………………………… mediterráneamente

agua de bosques
hilando conexiones



hombros ……………………………hembra
…………………

……………hombre    hambre




lunes, 11 de junio de 2012

La canción de la iguana


La iguana ha importunado al poeta
Croa! Croa! Croa!
desde un junio de harapos y sombrillas,
de gárgolas  y capitel solipsista.
Donde nunca termina la pálida sala de espera,
un corrosivo filamento de bombillas
supura corazón.

En los arcenes del tiempo hay un río de barro
que nunca desemboca.
Pero no el mar.
El mar no.
En el mar está mi padre cosiendo algas sin conocerme.
No lo sabéis, pero en el mar hay una larga bandera de hombres muertos,
peregrinos del anonimato,
lanzas romas como plancton sintético,
como la orina de los hombres con prisa.

La iguana ha distendido un párpado
y el mar es un recuerdo oxidado.
Solo el sueño crepita más allá del lubricante y las hormigas de papel.
Así las ventanas encienden un mástil en cada simulacro,
en cada tumor una línea inmensa de abejas royendo un genocida.

Lo sabéis.
Lo sabemos.
Pero la iguana ha vomitado un mosquito.
Pero hay un cáliz que rebosa de patatas con brazos,
de cebollas con manos y hambre deprimida.
Pero la luz se ha alistado
en axilas enemigas
y una piel de amianto está prendiendo en las manchas
del gatopardo abatido.

Y no duermen las sábanas negras
si las farolas asisten erguidas al desfile
y confirman las hipótesis
preestablecidas


Eyaculó la iguana una derrota bisiesta
y se manchó la luna.





jueves, 7 de junio de 2012

Vuelvo a la primera persona



Vuelvo a la primera persona.
Me hallo.
Soy.


Los barcos cuelgan su tenaz cordura en los cuadros y yo
desvisto mi equipaje
del lastre que confunde
y aviva descalabros,
de los deslices fugaces
y del dolor que ya
tiñó sus canas.



lunes, 4 de junio de 2012

Posesiones



Tengo en la mesa del estudio
dieciséis notas amarillas.
Tengo un calendario con imágenes
de una onírica New York y soy
incapaz de escribir en sus lomos.
Llevo una relación insana con él,
aunque los dos muramos poco a poco cada día
y nos miremos perplejos a las hojas y a los ojos
y no hablemos de nuestras múltiples deslealtades.

Tengo, decía, un desorden sencillo de cola de autobús,
un caos como el caos de una serpiente cuando pierde
la piel y se aturulla y no es capaz
de explicarse el mundo y sus detalles.

Así que, tengo guías y un manual para las distancias
sin impresión en las páginas impares. Y yo me fío
del instinto felino, es el olor
una buena medida del Hombre. La mujer,
la mujer es otra cosa. La mujer es una república amable,
un refugio de cañas y abrazo en el tiempo
del pretexto y la infamia.

Tengo, digo, un calculado equilibrio entre escarcha
sin arder y carámbanos en deshielo.
Tengo poemas tan altos como cornisas
traspapelados con facturas del gas y revistas de cine atrasadas,
una esquiva soledad acechando los augurios
y el vértice de un amor que me reclama. Tengo
todo lo antedicho y todo lo decible
como la espiral de un torbellino desanclado
y necesito esas manos que amontonen mis papeles,
mis perdona a destiempo, mis ganas de ti
cuando no, el estupor de tenerte en mi cama
y saberte distinta.