lunes, 31 de octubre de 2011

Los silencios feroces



No quiero ser ese cabello
huérfano de hombro en tu blusa,
el peluche que respira
acompasado cada noche
en el lecho de tu mano
trenzando en mi pelo preso
mares de un solo remar.

Se abrieron las mazmorras del silencio,
las distancias ya tomaron posiciones
buscando el manual que las comprenda.

Tu déjame me aniquila,
no tiene orillas ni espasmos,
tiene dolor y me duele
como un afilador de cristal roto en el zapato.
Es un verbo homicida del tiempo recorrido,
inunda los paisajes que la memoria atesora
con el líquido extranjero de tus ojos sin agua.

Las horas del ciego vacío
se anudaron a las esquinas de la tarde
con un temor de años feroces
desgastados en la mansa enredadera.

Me quiebro en tu corto adiós inacabable.
Sobre la mesa me tiendo y escribo
palabras que rediman esta ausencia de lluvia
en nuestra carne derramada
entre los restos de las ruinas de un jardín
hollado de musgo hasta los hombros.


...



2 comentarios:

Anónimo dijo...

“Sobre la mesa me tiendo y escribo
palabras que rediman esta ausencia de lluvia
en nuestra carne derramada”
Esto es sobrecogedor, el poema todo me abarca y tomo distancia para no ser herido y corro en busca de ese manual, esperando que me sirva.

Anónimo dijo...

Qué sensación de honda tristeza, dolor, soledad, vacío..., te va penetrando a medida que te adentras en el poema. Tiene dolor y duele. Ha de ser muy complejo y sutil el manual que comprenda las distancias.

Un abrazo.
MARIAJOSE