miércoles, 8 de junio de 2011

Un poema para un siete de junio.



La lluvia
ciñe el rumor austero
de un monte que estalla en primaveras
de elípticos silencios
que son flores que se abren y tejen
un tapiz de bocas
y labios por besar. El mar,
no tan lejano y testigo,
apenas el mar, efímero mar,
tiene una apariencia vital de serena mirada
como un jueves perfecto cien veces repetido.

Vamos a mirar las líneas
que el horizonte declama en los ojos
que recorren
la límpida asunción que deviene la tarde.
Los recuerdos azuzan las ventanas,
pintan sombras con las manchas de humedad
en la cocina. Son domingos de vuelta
de viaje los tres,
acordes sin nota,
crédito y caución, daños a terceros.

Las arañas filosofan
cosiendo estructuras
verticales, lúcidas como espejos,
pagados los aranceles del dolor
queda la vida
sin ambages, las sandalias del verano.


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1 comentario:

Anónimo dijo...

Tienes ese don para escribir, pero más para hacer sentir.
Precioso poema, solo que tu le pusiste 7 de junio, y yo le puse abril.
Besos