lunes, 13 de junio de 2011

Flores sin nombre.


Desde arriba llueven,

amarillas,
las flores sin nombre
y alfombran las plazas
-tapiz insurrecto,
desliz expansivo-
con la súbita luz
de insurgentes corolas.

La paloma de Alberti
ya no
se equivoca, y acierta
al lanzar sus heces
sobre las estatuas
firmes de los próceres
que coronan las plazas.

Detrás del eufemismo,
la cuádrupe moral y el crisantemo
en el ojal, tras la puerta
celeste, cerrada
con esdrújulo candado

nos queda la palabra
revuelta y resuelta la palabra,
como máquina del cambio, la palabra
insumisa y promiscua,

la palabra.




3 comentarios:

Unknown dijo...

Por suerte nos queda la palabra, Eloy, así nacen poemas excelentes como este.
Me gustò y mucho.
Un abrazo.
Leo

Rocío dijo...

Me encanta, Eloy.

Me trae reminiscencias de Blas de Otero con lo de "me queda la palabra".

Y qué seríamos sin ella.

Rubén Lapuente Berriatúa dijo...

Todos los caminos están marcados.Creo que sólo lo cruento produce cambios y desvía la mirada hacía lo nuevo.La palabra no basta.
Un abrazo