amarillas,
las flores sin nombre
y alfombran las plazas
-tapiz insurrecto,
desliz expansivo-
con la súbita luz
de insurgentes corolas.
La paloma de Alberti
ya no
se equivoca, y acierta
al lanzar sus heces
sobre las estatuas
firmes de los próceres
que coronan las plazas.
Detrás del eufemismo,
la cuádrupe moral y el crisantemo
en el ojal, tras la puerta
celeste, cerrada
con esdrújulo candado
nos queda la palabra
revuelta y resuelta la palabra,
como máquina del cambio, la palabra
insumisa y promiscua,
la palabra.
3 comentarios:
Por suerte nos queda la palabra, Eloy, así nacen poemas excelentes como este.
Me gustò y mucho.
Un abrazo.
Leo
Me encanta, Eloy.
Me trae reminiscencias de Blas de Otero con lo de "me queda la palabra".
Y qué seríamos sin ella.
Todos los caminos están marcados.Creo que sólo lo cruento produce cambios y desvía la mirada hacía lo nuevo.La palabra no basta.
Un abrazo
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