de espléndidas mujeres que caminan
al borde del misterio y de los besos.
Muchachas que se mueven en la calle,
debajo de las sombras, como alas
sin luz y sin espejos. Me enamoro.
Las miro dulcemente en las mañanas
de autobuses y frío. Con la lluvia
adquieren nuevos aires. Se deshacen
en cada paso suyo. Son aquellas
que miden las palabras. Y se esconden.
Desconozco sus nombres y su prisa.
Alguna vez, y muy de vez en cuando,
me imagino sus vidas y sus noches.
El beso que no dieron. La caricia
perdida de algún sábado. Las siento
acariciarme el pecho y la camisa.
Mujer desconocida. Viejo anhelo
de las noches sin ti que ahora me matan.
Me cruzo por esquinas y por versos
inventados con ellas que no saben
el amor que me mueve tras su cuerpo.
Y siempre me pregunto si aún conservan
entre sus pechos de agua el calor de ese beso que les mando
mientras leo Victoria y me imagino
que soy el hombre aquel que en una isla
buscó el amor maldito que escribió Joseph Conrad.
Rodolfo Serrano
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2 comentarios:
Pero, qué buen gusto tienes!!! ^^
Gracias Eloy. Define de una forma muy familiar una afición común. El mayor placer es el estético. Y el de la imaginación.
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