El Pez Globo nos saluda desde su atalaya,
mira de reojo nuestras armas, secándose al sol
y remoja sus espinas en las cálidas aguas.
No nos gusta verlo nadar, tan ajeno
a la belleza de las estaciones y los pinos.
Puede que tengamos que alargar el paso,
dejar atrás las abisales simas de los días impares
y recorrer ese sendero que orillando la playa
nos alcanza abrazados entre algas y mareas.
1 comentario:
Puede que tenga que ser así... caminar abrazándose, orillando algas y mareas y obviando a cada pez globo espinoso que se presente...
Un beso, feliz día :)
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