jueves, 24 de octubre de 2013

La deriva de los continentes.


Me crece una raíz asmática
donde el humo de las sienes ansía una mano masaje.

Los fragmentos son escombros.

Una luz nueva pugna
por retrasar el tiempo
y limar las rejas en la casa del otro.

El gladiador bisonte acecha como a media cuadra
del búnker tapizado de flores.

No es un juego la sangre que fluctúa
la sangre enarbolando la promesa aciaga
del viaje que no será.

Me levanto
y el día huele a ojal de ribetes descosidos
a fritanga de domingo
con leve dolor de nuca y pelo.

Aquí estamos
nadie ha doblado un brazo para acercarnos la orilla.
Nada les devuelve el sepulcro satisfecho
en el alarido interminable del sarcófago completo.

Firmemos una petición
y volvamos a besarnos
como antes de habernos conocido
mientras las mesas de los bares adolecen de un viento repentino.

Dobla esas rodillas. La caja
es de contrachapado y hay aves
que quieren hacer su nido.

Pero este poema no sirve para nada.


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