miércoles, 17 de abril de 2013

Poetas de guardia: José Emilio Pacheco



A quien pueda interesar

Que otros hagan aún
el gran poema
los libros unitarios
las rotundas
obras que sean espejo
de armonía
A mí sólo me importa
el testimonio
del momento que pasa
las palabras
que dicta en su fluir
el tiempo en vuelo
La poesía que busco
es como un diario
en donde no hay proyecto ni medida




Indeseable


No me deja pasar el guardia.
He traspasado el límite de edad.
Provengo de un país que ya no existe.
Mis papeles no están en orden.
Me falta un sello.
Necesito otra firma.
No hablo el idioma.
No tengo cuenta en el banco.
Reprobé el examen de admisión.
Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.
Me desemplearon hoy y para siempre.
Carezco por completo de influencias.
Llevo aquí en este mundo largo tiempo.
Y nuestros amos dicen que ya es hora
de callarme y hundirme en la basura.




Fin de siglo


«La sangre derramada clama venganza».
Y la venganza no puede engendrar
sino más sangre derramada
 ¿Quién soy:
el guarda de mi hermano o aquel
 a quien adiestraron
para aceptar la muerte de los demás,
 no la propia muerte?
¿A nombre de qué puedo condenar a muerte
a otros por lo que son o piensan?
Pero ¿cómo dejar impunes
la tortura o el genocidio o el matar de hambre?
 No quiero nada para mí:
 sólo anhelo
 lo posible imposible:
 un mundo sin víctimas.
Cómo lograrlo no está en mi poder;
escapa a mi pequeñez, a mi pobre intento
de vaciar el mar de sangre que es nuestro siglo
con el cuenco trémulo de la mano
Mientras escribo llega el crepúsculo
cerca de mí los gritos que no han cesado
 no me dejan cerrar los ojos




Dichterliebe


La poesía tiene una sola realidad: el sufrimiento.
Baudelaire lo atestigua, Ovidio aprobaría
afirmaciones semejantes.
Y esto por otra parte garantiza
la supervivencia amenazada de un arte
que pocos leen y al parecer
muchos detestan, 
como una enfermedad de la conciencia, un regazo
de tiempos anteriores a los nuestros,
cuando la ciencia cree disfrutar
del monopolio entero de la magia.


José Emilio Pacheco




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