Jinetes
Altivos jinetes cabalgaron de
nuevo
los vi cruzar las arenas
ataviados de adanes
engalanadas monturas
sobre verticales camellos
sus pezuñas de almohadillas
blancas
cruzando las dunas con la
suavidad
de un sueño.
El sol de soleadas espumas.
Vi un amor puro sin el desgate
El sol de soleadas espumas.
Vi un amor puro sin el desgate
de lo cotidiano o lo
obligatorio.
Algún espejismo.
Algún espejismo.
Vi que a todos nos es dada la
vida
y yo me puse marchito para
ti.
Hermoso como una nube
arrasé las ciudades.
Otras noches vi. Otras lunas.
Amantes tiernísimos
con olor a manzana
se rozan en silencio,
como una suave brisa
mueve banderas o faldas
y blusas y camisas.
Y yo venía a
veros enamorado
como un hortelano
como un hortelano
va a su huerta
y cuida de que todo
permanezca
en ese reciente y tierno
verdor
en esa tibia noche
fresca y templada.
Cruzaron el desierto
amantes desnudos.
Y yo renuncié a ser feliz.
Tiempo y piedra
YO, hombre casado, harto de
ser una piedra,
anémico y místico, modélico y
pistacho,
de pálido a frugal,
depresivo y lleno de bárbara
rutina,
en este occidente brutal y
sanguinario,
he visto que te posabas,
mirlo blanco,
utópico aleteo sin rumbo,
en mi desnudo hombro español,
que se prestó a extranjero,
excitado y ansioso de la
cobaya dormida
que me ofrecían tus muslos.
Y como en un ocaso negro,
hasta tu sexo baja,
la mirada turbia de mis
cansados ojos.
Y tu mano también
llegando, baja por mi muslo,
trágicamente se enreda en
cruciales maniobras,
añade sal a la rutina blanda,
y logras que me sienta por
dentro
como aquél hombre que un día
perdí.
Pon cenizas en mi pecho,
joven púber,
escribe con tu dedo sobre el
polvo,
hazme un drama,
y dame tu sonrisa azul de
seda íntima
ahora que visitas al bardo
curtido de tristezas,
cuarteado ya su cuero por
cúmulos de arcillas
o viejas barricadas últimas,
trincheras que se inundaron
de mi sangre.
Ahora que va la noche
asentándose
en las cejas de mi frente,
pasa, mira, esta es mi casa;
aquí en el occidente muerto
hago los versos con la
próstata
y tengo los sueños que mis
ojos sueñan.
Pasa, ten, ¿qué quieres que
te diga?
¿Qué cuento quieres que te
cuente?
No, no te quites las ropas
aún,
dame un beso en esta boca que
ególatra
te pronuncia todavía,
ábrete los pechos como una
virgen
y quita el miedo de mis
labios.
Entra. Las puertas
desquiciadas y vigorosas
de estas habitaciones amplias
y vacías,
oscuras se cierran solas.
Tomás Rivero
folios grapados
8 comentarios:
Menos mal que ya comienza a hacérsele justicia a su poesía en la mínima parte que podemos. Te lo agradezco por la parte que me toca como amante de ella.
Tenías que ser tú, Eloy, ... quién si no, pienso ahora...
Un beso agradecido,
Sofía
Amigo Eloy, agradecido por tu gesto. Contento de formar parte de este "Blogueando" tuyo, dónde ya hay poetas muy buen@s.
Aunque me lo habías comentado, ha sido una sorpresa para mí. Gracias de corazón. Muchas gracias.
Sobre todo me ha sorprendido los poemas que has elegido. Creo que los que yo prefiero, lo cual me da una idea del grado de "complicidad poética", entre tú y yo.
Un fuerte abrazo,amigo.
No has podido elegir mejor, Eloy.
Son dos poemas grandes, genuinos como el autor.
Gracias a los dos.
Dos grandes poemas los que nos traes, Eloy. Gracias por compartirlos. Saludos al autor y un abrazo para ti.
Leo
Sofía, he de decirte que descubrí la poesía de Tomás a través de tu blog El cuarto claro. Desde aquí mi humilde reconocimiento a un gran poeta.
Tomás, me gusta esa complicidad poética. Y me gusta tu ración de poesía rica en nutrientes y baja en calorías. Otro abrazo poeta.
Dos poemas grandes, Soco. Difícil la elección. Un poeta descubierto recientemente. Internet todavía guarda sorpresas. Besos.
Gracias Leo, es confortable encontrar todavía poemas y poetas que me agarren y me acojan. Tomás es uno de ellos.
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