Mediodía
Mis ojos son dos ramos
-laxos, horizontales-
vencidos por la pereza con que gira el girasol
y las duras condiciones
-laxos, horizontales-
vencidos por la pereza con que gira el girasol
y las duras condiciones
que imponen en Agosto las isobaras.
Los barcos, ajenos, navegan en los cuadros,
las mujeres apuran sus siluetas y yo
desatiendo las rutinas
firmemente establecidas
tras la puerta verde del espacioso living room.
Soy un flamenco rojo en la cocina,
aquel estúpido que todavía no emigró,
soy el último habitante que declina
los verbos del fútbol y el bar.
Así se dispone en los bandos que cuelgan
de las esquinas de plomo en esta puta ciudad.
Como caracoles amasamos las babas
con que nos han de intoxicar.
Vendemos nuestro tiempo al reloj de los hombres sin hombros
y la música es un festín de martillo hidráulico percutor.
Yo me defiendo de su turba, su colada asesina y su sólido castillo
con el más impostado de los cinismos que encontré en el bazar.
Los barcos, ajenos, navegan en los cuadros,
las mujeres apuran sus siluetas y yo
desatiendo las rutinas
firmemente establecidas
tras la puerta verde del espacioso living room.
Soy un flamenco rojo en la cocina,
aquel estúpido que todavía no emigró,
soy el último habitante que declina
los verbos del fútbol y el bar.
Así se dispone en los bandos que cuelgan
de las esquinas de plomo en esta puta ciudad.
Como caracoles amasamos las babas
con que nos han de intoxicar.
Vendemos nuestro tiempo al reloj de los hombres sin hombros
y la música es un festín de martillo hidráulico percutor.
Yo me defiendo de su turba, su colada asesina y su sólido castillo
con el más impostado de los cinismos que encontré en el bazar.
Tengo un amor citado para hoy con el que he caminado sobre el mar,
pero no como Dios, o su hijo, yo no espero
la llegada del Gran Redentor.
A estas alturas dulcísimas de la mañana y llegado
el verso veintiséis,
yo recojo mis restos, que el calor ya dilata mis sienes
y es un magma sin alma lo que sigue
a partir de aquí.
pero no como Dios, o su hijo, yo no espero
la llegada del Gran Redentor.
A estas alturas dulcísimas de la mañana y llegado
el verso veintiséis,
yo recojo mis restos, que el calor ya dilata mis sienes
y es un magma sin alma lo que sigue
a partir de aquí.
Guía estival con ojeras sin
resaca
No oculta la humedad
su tentación calórica,
esa suerte de meseta
contemplada con fruición,
con siesta ácida y semilla
abierta, libre, engañosamente
estructurada en sus
muslos como ascuas.
La pose estilizada
y el desdén a deshora
en el lánguido sofá
son motas que expanden
su sinuosa estructura helicoidal.
El sistema permanece
activo, el nivel de frigorías
mantiene el equilibrio
irreal en los espejos.
Los textos, distribuyen su lenguaje
con sagacidad en las gotas,
que resbalan y se funden,
piel sobre piel imaginada.
Y en el balcón las abejas más sumisas
liban un lúbrico licor en los geranios.
Se paró el funicular del mediodía
y las cometas se enredaron en los cables.
Suerte sería
no bajar cuando
todo baja
también.
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