domingo, 30 de junio de 2013

Blogueando: Dos poemas de Alvaro Guijarro




Iré desnudo y con los pulmones llenos
por los riscos de plateadas cavidades
que, tranquilos, descansan sobre el mar.
Una sinfonía de acero y trigo al viento
basará el espacio íntimo de mis ideas
y las aguas bañarán mi cruz deformada
hasta que el orden sea negro y blanco.
Seré joven capitán de mareas, fantasma
en la mañana, y entre largos tenedores
beberé cabezas de fibrosos moluscos
cerca de una horda de locos marineros.
No pensaré mal de los niños rizosos
que juegan a dormir equivocadamente
cerca de los cuchillos de las montañas.
Una vela caerá de lo alto de los tejados
cuando me pierda, y me guiaré, obtuso
ángel de música, hasta encontrar la fe
del guerrero con heridas como astros.
Vivo solo para un sueño extraordinario
donde una mujer vuele sobre mi noche
coronada por aromas, luceros y colores.
El mar está cerca, y mi cabeza no duda
ante la sabiduría extrema de los deseos
que despiertan como aves desbordantes.
Me desvelaré entre la arena de las flores
mientras la tierra se transforma en tambor
de brisa salvaje, corazón fiel y verdadero.
Golpe a golpe, nutrido por la naturaleza,
mi palabra recobrará el azul corpulento
del cielo, y no tendrá sentido el escondite
que lleno de miedo insulta a los hombres
medicados por el dolor de un falso espejo.



...


3.800


3.800: no recuerdo el tubo blanco,
sí el azote,
pero no la invisible pupila amarilla,
el ahogo de la hierba
o la parafernalia del beso abrazado,
un médico orgulloso
con gafas y oxígeno,
hay tripas aquí afuera, y candor...
Vengo de la columna
distinguida
de aquel astro que aburrido duerme.
Es bella esta colcha
y adoro la sombra nocturna
escamoteando la panza de mi padre.
La bombilla está ciega
y él la observa sin riesgo a olvidarla.
El hospital está en lo alto del monte
y soy tan pequeño...
En otro cuarto, alguien
-intuyo-
cuenta un cuento a punto de llorar.
Ningún ruido lastima
la sinceridad del aire.
Es como si las calles
hubieran subido a un barco.
Los perros se esconden en la niebla.
El calor me abrasa la cintura
y me siento llevado como en un baile.
Me engatusa la distinguida clepsidra,
tiene el color de mi infancia.
(Quiero descubrirme, ¡entendedme!...)
Prefiero que me avergüencen mucho
antes que no ver.
Porque quiero respirar como la rama
o el trigal
en la noche cautiva
donde aguardan los fantasmas. Soy.
Me acompaña
el sabor de los límites.
Mi cabeza es un hechizo angustiado
por mi propio ángel.
El pecho late con deseo hacia el niño.
La cascada, fuente de la imaginación,
está al otro lado,
y ahora espera detenida mis palabras.
Será mi madre,
mi madre virgen, y yo fui su regalo.


Alvaro Guijarro
Pangea




1 comentario:

Noris Marcia dijo...

Bellisimos poemas, me ha agradado mucho leerle. Muchas gracias por compartir sus palabras.
Desde EEUU un saludo cordial.