miércoles, 22 de mayo de 2013

Los más




Cobayas del Gran Experimento, con luz fotovoltaica. Vida-placebo que va extendiendo sus arrecifes como aceite derramado desde el ferrocarril cuyos ojos, lombriz recreada, saben circular en doble dirección.


Desbordados de ceguera hasta los hombros, ciudadanos sin cartilla, espuma ante la piedra artificial que ha sido edificada desde los centros neurálgicos de la insidia.


Estadísticamente, la piel que nos recubre es una medida porosa de alcance discontinuo. No llega su tacto al empuje binario de una cédula ni palpita con la segura continencia del mercado establecido.


En el laboratorio de los hombres automáticos no hay respuesta sin estímulo. Se programan las ubres en el búnker radioactivo. Donde los pasos dibujan las flechas, ascensores de una sola vigilia reptan sus ceros hacia los pasillos.


Dos lunas pintadas por bombillas fluorescentes. Bayas y vainas impúdicamente reproductivas. La estupidez es una moneda de curso legal. Solo las retinas de la dignidad tienen un olfato selectivo.


Caballos sin nombre y crines metálicas. Fábricas deslocalizadas del desdén. Abrupta herida dorsal cada vez más satisfecha de sus vísceras, más abrupta y más cortante y sin sutura, mueve la cincha que amamanta la rueda.


Seguimos descendiendo al pozo con la lumbre-artrosis que nos quema la mano?



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