.
.
Ella
llevaba las alas
recogidas
dentro del abrigo
para no desairarlo
a él
con sus preguntas.
Él
le regaló una isla
sólo porque una tarde
le oyó decir al espejo
a ella:
ojalá tuviera una isla
desierta
para mí sola.
Ella
se puso el bombín
de él
y usó sus gemelos de plata
-los de ocasiones especiales-
y salió a la calle
a reclamar
su cuota mensual de mariposas.
Él
escondió su miedo colegial
-ese vano augurio-
en la gabardina,
la que un día un payaso
que no sabía llorar
le dejó en prenda
por si las lágrimas
y la lluvia
hacían un pacto con los meses helados.
Él
y ella.
Ellos
sonrieron a las esquinas
-amorosos-
y ellas,
las esquinas
les devolvieron el saludo,
tan educadas.
Y en un giro fatal,
tal vez mal calculado,
se miraron a los ojos,
y el futuro fue incapaz
de etiquetarlos
a ellos,
tan torpes que no supieron
disimular ese amor
que trepaba por sus tallos,
allí
donde la esquina y la noche
desenredaban sus lenguas
tras el beso
que se demoró tanto tiempo.
3 comentarios:
Muy pronominal y muy abstracto también a mi entender!
yo quiero una isla!
Besitos
Cita
Es simplemente precioso.
Muy buena tío. Te voy siguiendo.
"Que alegría más alta vivir en los pronombres"
Pedro Salinas.
Publicar un comentario