sábado, 21 de noviembre de 2015

Varsovia


Como un viajero
miro tras la la ventana.

Varsovia llega donde llegan mis ojos.

Es el momento de levantar una historia que venza al horror por sus tenazas
el momento
de abrazarte y llenar tu vientre
de arena recogida tres paradas después de Ópera Báltica
allí donde no llegan los turistas
ni el ámbar tañido por el golpe seco de la gran campana.

Debe ser agosto pero no importa. 
La tarde se agosta y no duele.
Me dejo anochecer desde lejos.

Los muertos de la Historia me exigen partirme en dos mitades permanentes.
Tanto daño y tanta entrega,
el cielo apaga sus labios,
brindo al norte de una estrella sin puntas
por la revuelta indestructible del amor,
besos como olas erosionando esperas,

andenes como ataúdes,
tu cara y mi cara en una foto de ayer
en una calle de Varsovia que aún no hemos pisado.


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