martes, 19 de julio de 2011

Paraguaya

Cuando el camaleón verde
arrastra penosa
su férrea blandura
hecha de hojas sin permiso
y savia equivocada,
y las moscas zumban
su aleteada amargura
en los probadores...

En el instante en que
la lluvia ya no es
ese gozoso renacer
del caracol huraño
y araño
los cristales
del enfático espejo...

Con las fuerzas
justas para volver
a leer esas caras
idénticas a sí mismas,
conscientes
de su fatal extravío,
rostros de ajena rutina
en mis ojos de buey...

Con la vista cansada,
amarrada a una falda
demasiado corta,
y los años afilando
el filo de los años
en los omoplatos...

Como un ornitorrinco,
fabulador y sagaz,
en las vertientes
de su propia autoindulgencia,
demasiado ensimismado
con la pálida piruleta...

Cuando el tren
acuático
de railes transparentes
abandona su apatía
y luce occidental en los andenes
sin la japonesa osadía
de postal de los 50...

Cuando la luz
del verano no es
esa luz que pintaba paisajes,
quiméricos, inquilinos,
y dormía en los labios
de la mujer que me mira
tras los cristales negros...

...yo alquilo momentos
en el hotel del destiempo
y cierro el balcón
al mundo y su impostura.
Invento minutos
que no conocen las horas
como agrupación sonora,
allí el hábito
es una oval paraguaya,
carnosa fuente sin puntas
en los labios de mi niña.


.

3 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Es un poemazo.
Es muy bueno.
Alquilar momentos, inventar minutos...
Lo que sea para sobrevivir emocionalmente.

Saludos.

rubén lapuente dijo...

Al final la belleza de la vida es sólo un paraguayo en la boca que besamos o ayer viendo la piel mojada de mi mujer como una pera mondada.
Un abrazo

Amelia Díaz dijo...

Espera, espera...que cojo aire...
Una...dos...tres....UFFFFFFFFFFFFFFF...

IMPRESIONANTE, querido Eloy.
Mi admiración rendida.
Y mi cariño, claro.