jueves, 22 de noviembre de 2018

El desencanto



Y llegó el desencanto
con las barricadas sin polvo y los poetas
en viaje de negocios, ajenos
a las gafas unívocas
de los perdedores.
Se asolaron los rostros, las ojeras
perpetraron el daño y
los actores cambiaron de oficio, de nombre, de traje.
Cuando todo fue, un icono más,
una marca, un eslogan, un yo
estuve allí,
una ironía post, el tiempo exhausto,
el ahora de los nuevos líderes,
los manipuladores de la palabra
plantearon los puntos sobre los textos.
El fracaso fue lanzado a la biosfera
en cápsulas monotemáticas
como advertencia a los advenedizos,
los soñadores del cambio.
Desorientados, sin historias que contar,
sin sonidos ni imágenes
que documentaran
los rostros extenuados,
las gafas rotas en los adoquines,
aquel muro en el que las consignas
pintaban de noche un mundo nuevo
con ensayo y error,
ensayo
y
error.
De pronto, tan pronto,
solo quedaron los restos
y una camisa planchada a pedazos
por los que nunca estuvieron allí.
A la hora del desplome
abrieron los noticiarios
con la última verborrea
de bustos robóticos en playas de otros mares.
La línea quebrada fue cruel y abrupta.
Los rostros cambian, la ignominia sigue,
su férrea belleza en el cabezal de una cama.
Qué clase de supervivientes
alimentaron la derrota?
Qué retratos en blanco y negro
en los muros de la ciudad muerta?
Qué celuloide rancio, qué imán de nevera,
qué sortilegio suicida
en los planos sostenidos de los que nos dejaron,
guarda la Historia de los vencedores?



No hay comentarios: