sábado, 4 de abril de 2020

Parte meteorológico



El clima, siempre el clima,
con su cautiverio de espinas
y esa cara lavada como de jueves.
Repetición. Cumbre o nada.
En cualquier anónimo
lugar del mundo, una mujer
está limpiando de barro
la casa de los niños
y donde llega el tiempo
a rimar con la vida,
los insectos, esos enormes
colonizadores del vacío,
azuzan el viento que proclama,
bifurcan las raíces o trepan
a las siluetas del otoño.

Todo está en desorden.
La geografía del sueño
es una vasta región
que se desvanece.
Buscamos a ciegas
la mirada primera,
ese frío protector del norte
cuando se despereza.
En la mitad más alta
del iris abastecedor
están los recuerdos
de aquel cuerpo que resiste
el envite de ayer a deshora,
la ventana y la luz
del color esperanza del ocaso,
la fuente que mana primigenia
a golpes de mano tendida
y dos desconciertos
con los dedos enroscados
cresteando entre la multitud de un árbol.



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