Después de siete chicles
y trece caramelos de colores
envueltos en aséptico
papel plástico
de preguntas contractura
y respuestas cervicales
después de escuchar las consignas
sin encontrar los pretextos
de perdernos como un niño
en el extenso sofá morado
nuestros pies en la corriente de lo absurdo
lo noventa veces repetido
de estrujarnos hasta el moco y después
recordar la anécdota pero no el tajo
y trasladar a la espalda todo
el complejo ejercicio mimético
del insecto más evolucionado
después de agradecer la mano
y agradecer los ojos
agradecer el hombro
y después
agradecer el abrazo
después de tanta vida
y tan poca vida.
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