Me precipité en el instante laxo
hendido por el cuero y las costumbres.
Ni las nubes recientes ofreciendo formas
de conejo ni los postres a las tres
o a las cuatro tus ojos enredados
en la atmósfera de una elipse hacia el arriba.
Éramos exploradores primeros del mundo
lanzados hacia la muerte del comercio
con las ropas subidas a lomos
de elefantes viejos que nos nombraban de lejos.
Yo llegué al cometa libre desde abajo
bombeando espumas como un mar de antes.
Y sola tú esperaste a que cerraran las tiendas
a que los transeúntes volvieran a sus casas
para verme en tus iris y reconocerte.
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