jueves, 25 de abril de 2019

Siempre nos quedará París, Texas

.
Seis notas de slide y un bostezo.
Respiro polvo comanche
mientras camino este sueño
ingrávido de dos lunas
en horizonte plano secuencia.
Los caballos rebeldes se reúnen
a la luz de hogueras tenues
en la gran noche americana.

Yo veo peces planos volar
por los voraces desiertos
de Arizona Dream.
Soy aun más flaco que Travis
más adusto y pendenciero.
Mis piernas son dos torres motoras
me llevan desde el silencio al poema
bordeando las highway y los drive in.

Me enamoré de Jane Henderson en 1986
en aquel cine que ahora
es un herbolario para pijos.
Del motel que ya no existe
queda una crónica por escribir
dos amantes dos espacios dos tiempos
la velocidad que marcara Ry Cooder.
Y del vestido rojo
tras el cristal de un peep-show en Houston
me llega tan solo
un recuerdo daltónico
una más de las huellas vitales
de quienes pasaron antes.

Ahora que amanece en cualquier
hipocampo del mundo
dejaré las llaves bajo la estera del porche
y pondré un cactus en la tumba
de Lucky Dean.



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