En la noche
no se ven los barcos.
Las luces
parecen perpetuarse
en esquinas
y calles ojerosas.
Apresuran su paso
las gentes
que no pasean perros.
No giran sus cuellos
si las llamas por un nombre.
También corren
para llegar antes
a donde estarán luego.
No se ven los barcos
pero están ahí
como pegados a una línea
difusa en estas horas
en que todo es negro
o tiene las dosis justas
de color.
En las bocanas
de cada pasillo
se revisan las toses
se intercambian las pastillas
o se pintan
de negro camuflaje
se entreabren las puertas
entreabiertas
y en la mesilla
se acumulan botellines.
La luz
dejando un rastro de muerte
en cada rostro.
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