Soy un hijo sencillo de la tierra
una rama seca de árbol
que ayuda al que camina.
Digo sed para tensar el paso.
He imaginado cosas que todos habéis visto:
felices lugares
objetos fascinantes
para hacer más fácil el otoño
sueños que merecen su certeza.
Me he cruzado en la senda que asciende
con personas diversas
me han sonreído y han dicho
una palabra que es una convención
en este país que celebra un genocidio.
Y al caer he visto
un cielo rápido
curvo o quebrado como un verso de Vallejo
leído a los quince años.
He caído, sí
como un pájaro cae
con el agua en la espalda
y el alimento a la espalda
amortiguando el daño.
Entero, pleno, al uso, pero
con hormigas en los tallos
y una tibia sensación de desvarío
alzo un cuerpo que quisiera más extenso
y llego
a la conclusión del poema
con palabras que vienen a decirme:
Subir y descender caminos
pedir consejo a los árboles más viejos
cotejar alturas, nombres, gentilicios
inventar juegos estúpidos, jugarlos
como si nos fuera en ello
las calificaciones
finales del curso.
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