Cuando el camaleón verde
arrastra penosa
su férrea blandura
hecha de hojas sin permiso
y savia equivocada,
y las moscas zumban
su aleteada amargura
en los probadores...
En el instante en que
la lluvia ya no es
ese gozoso renacer
del caracol huraño
y araño
los cristales
del enfático espejo...
Con las fuerzas
justas para volver
a leer esas caras
idénticas a sí mismas,
conscientes
de su fatal extravío,
rostros de ajena rutina
en mis ojos de buey...
Con la vista cansada,
amarrada a una falda
demasiado corta,
y los años afilando
el filo de los años
en los omoplatos...
Como un ornitorrinco,
fabulador y sagaz,
en las vertientes
de su propia autoindulgencia,
demasiado ensimismado
con la pálida piruleta...
Cuando el tren
acuático
de railes transparentes
abandona su apatía
y luce occidental en los andenes
sin la japonesa osadía
de postal de los 50...
Cuando la luz
del verano no es
esa luz que pintaba paisajes,
quiméricos, inquilinos,
y dormía en los labios
de la mujer que me mira
tras los cristales negros...
...yo alquilo momentos
en el hotel del destiempo
y cierro el balcón
al mundo y su impostura.
Invento minutos
que no conocen las horas
como agrupación sonora,
allí el hábito
es una oval paraguaya,
carnosa fuente sin puntas
en los labios de mi niña.
.
3 comentarios:
Es un poemazo.
Es muy bueno.
Alquilar momentos, inventar minutos...
Lo que sea para sobrevivir emocionalmente.
Saludos.
Al final la belleza de la vida es sólo un paraguayo en la boca que besamos o ayer viendo la piel mojada de mi mujer como una pera mondada.
Un abrazo
Espera, espera...que cojo aire...
Una...dos...tres....UFFFFFFFFFFFFFFF...
IMPRESIONANTE, querido Eloy.
Mi admiración rendida.
Y mi cariño, claro.
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