sábado, 28 de abril de 2012
miércoles, 25 de abril de 2012
Sala de espera
Anochece cada vez más tarde
y sus colores son
cada vez más eléctricos.
En la casa hay direcciones
veladas
al ojo detector,
caminos invisibles que no
encuentran
la ventana que les mira desde
afuera.
El tiempo se retrae,
se enquista en cordadas que
no alcanzan
a divisar esa luz que se
marchita en lo alto.
Como cansadas, las palabras
se detienen en las hojas.
Se acerca un aguacero de púas
reptando tras el espejo oval.
En la sala de espera
ya se apagaron las luces.
lunes, 23 de abril de 2012
Blogueando: Al sur, un poema de Giovanni Collazos
Al sur
.
Al sur del mundo la prisa también golpea como bestia caldeada de Etiopias
infaustos semáforos en lecho con su virginal coro de pámpanos
en su manifiesta hierba acorde con su tiempo
al sur se exprime el barro y se repta bárbaro en la deidad de la coca
¡vamos labradores a conquistar la niebla!
Que la ceniza sea prolija, robustos los líquidos de tu hemisferio
¡vamos a tomar a los buitres por la montura!
Sin dejar rincón cuerdo, sólo dientes con tritones que no demanden hambre
al sur los niños son céfiros y montañosos, cuerdas de chelo cargadas con vértigo
asestan la fe etílica de la noche para hacerlas náuticas
observan las carcochas como hermosas soledades de los astros
al sur los viejos son cerros navegables con sus témpanos y cráteres
corazones de estanques que viven por ignición
con la mirada infame del nosotros,
con la mirada del pasado, para que no te acostumbres a vivir cómodo.
Giovanni Collazos
El Plebeyo. Blog de poesía.
Al sur del mundo la prisa también golpea como bestia caldeada de Etiopias
infaustos semáforos en lecho con su virginal coro de pámpanos
en su manifiesta hierba acorde con su tiempo
al sur se exprime el barro y se repta bárbaro en la deidad de la coca
¡vamos labradores a conquistar la niebla!
Que la ceniza sea prolija, robustos los líquidos de tu hemisferio
¡vamos a tomar a los buitres por la montura!
Sin dejar rincón cuerdo, sólo dientes con tritones que no demanden hambre
al sur los niños son céfiros y montañosos, cuerdas de chelo cargadas con vértigo
asestan la fe etílica de la noche para hacerlas náuticas
observan las carcochas como hermosas soledades de los astros
al sur los viejos son cerros navegables con sus témpanos y cráteres
corazones de estanques que viven por ignición
con la mirada infame del nosotros,
con la mirada del pasado, para que no te acostumbres a vivir cómodo.
Giovanni Collazos
El Plebeyo. Blog de poesía.
jueves, 19 de abril de 2012
El hombre trajeado
El hombre del traje azul oscuro
tiene las manos tintadas y una muesca en la sien
tiene unos zapatos nuevos que mojar
en desayuno continental cuando mira
desde su atril de confort europeo
Sabe destripar farolas
volver del revés un pulpo en el noticiario de las diez
asear las calles con zumo de esparto sabe este hombre
en cuyo sexo anida un arma descosida
En su refugio de suelo acuchillado reparte recortes y prebendas
con un rictus de desprecio en las grietas de sus dedos sin huella
de sus dedos bolígrafos firmando unciones tóxicas hasta pleamar
dedos que no aman sin precio y conjuga
-ese hombre que nunca caminó descalzo-
los verbos robóticos del tópico español
El hombre de costra creciente y pálida niñez
augura días de plomo en un solo color
su espejo le devuelve un cadáver con sonrisa
de un tiempo de antes de estar vivo
pero se implanta unas gafas de niebla unívoca
que solo dejan ver lo que quiere ver el hombre
del traje oscuro y azul al que hoy
le sudan brillo las manos tan lejos
de la plaza insomne en que los niños
crecen enemigos hacia el tiempo de estar vivos
lunes, 16 de abril de 2012
Piel de duna
Me pides que cierre la puerta.
Se quiebra el silencio.
Tu piel alisa mi mano.
El viento ha podado las mudanzas.
La espera se impacienta
y no hay canción que acune
esa extensa pradera
de caballos aullando
que se extiende hasta los remos de tu cama.
Busco a tientas el botón
que enciende un sol en tus labios.
En esta duna mi sed
se sacia con la tuya.
sábado, 14 de abril de 2012
Condicional
Si no hubiera una arruga sin luz en las tripas
y una esquirla cortante en cada hematoma
¡qué felicidad de horas sencillas
desde el agua que riega los bulbos
hasta un cielo veloz en su cambio!
Bordeando el amor se enquista una sombra
en el lienzo de sábanas una azotea gris
despinta los colores como una lija arrasa
las partes que se oponen a su fluir servil.
¿Dónde vivir sin el ansia en ciudades de arena
con la duda en el vientre y en la boca una mueca
acariciando el surco con la mano de tocar?
martes, 10 de abril de 2012
jueves, 5 de abril de 2012
De mayor quiero ser como Leonard Cohen
Escucho a don Leonardo por
las rendijas del televisor de plasma
en esta tarde afable de paréntesis
sureño
y la voz cavernosa del
bardo canadiense
me acuna con su reptar de
lento crepúsculo.
Hydra dejó de ser una isla donde los burros
guían al caminante hacia la casa sin puertas
y la democracia está
llegando a los USA
con la firmeza con que cae
un gobierno tercermundista.
En mi cuaderno de versos
hay demasiadas cuadrículas
frases subjuntivas que no
alcanzan a mojar
como lloras un aroma que te
lleva hasta un ya fue.
La canción retorna a su
letanía de blues
y aunque Suzanne ya no baje
al río
porque cubre su demencia
con un lenguaje sin signos
yo vuelvo a casa en tiempo
de mudanza
no más sabio pero con
remaches metálicos en las alas de papel.
El tiempo no puede
disimular su canina labor de asalto
pero me place creerme
fuerte hasta la muela
y escribir poemas que nadie
entiende.
martes, 3 de abril de 2012
Esto de vivir
Un camino balancea su secreto perdurable.
Tu senda brava de apóstoles sembrando posibilidades.
La brevedad del verano con sus celajes de esparto
su sol asimilador su mente su limón
un sudor que redunda en los jugos de los brotes crecientes.
domingo, 1 de abril de 2012
Poetas de guardia: El andamio, un poema de Luis Rosales
El
andamio
Te he dicho innumerables veces que nosotros no
somos únicos
ni mucho menos,
por diversas razones, entre otras
porque nunca quisimos disfrazarnos de amantes,
y además no tenemos esos ojos que se asemejan a una
pantalla,
en la cual
todos cuantos se miran sienten su conversión;
quiero decir,
que por el hecho de mirarnos
se convierten sin más ni más en televidentes,
y empiezan a vivir,
paralíticos y necrosándose,
en la televisión de la mirada.
No es eso, por supuesto,
y nadie va a pedirnos cuentas de nuestra alegre podredumbre,
ya que no nos ha sido necesario llevar un tren en el bolsillo,
ni queremos que todas las semanas llegue la primavera,
ni hemos juzgado a nadie,
y cuando hablamos con amigos nunca estamos inquietos
como anguilas escurridizas
esperando la menor ocasión para hacer la del humo.
Muchas cosas nos hacen diferentes,
es cierto,
pero no somos únicos
ni nos hemos sentido culpables,
ni siquiera llevamos una escafandra sobre el sexo
para hacer el amor sin ahogos;
y por si todos estos razonamientos fueran inútiles,
que lo son,
puesto que hay que contar con la inutilidad de casi todo lo
que hacemos,
fuerza es reconocer
que no tenemos lepra ministerial,
ni hemos sido tan ordenados
que pudiéramos anunciar nuestra defunción en la tarjeta de
visita,
ni llevamos una hormiga en la lengua que nos haga reír a la
hora justa.
Y tú sabes que en esto estriba nuestra suerte,
nuestra corriente alterna,
ya que somos mortales y vivimos la limosna diaria
y contamos los años por latidos y somos
laminaciones de estupor,
ceniza indivisible y volandera
pero ¡qué importa esto!
qué nos importa lo que pueda venir si la mentira es una
prórroga,
y nosotros no queremos mentir,
no nos queremos prorrogar,
no lo necesitamos para ser contumaces como dos seres que
se aman,
como dos tartamudos que se apoyan para encontrar su
identificación en una sola sílaba,
en una sola huella
o en una sola lágrima
que se va desplazando entre nosotros hasta que se convierte
en una lágrima dialogada,
mientras se juntan nuestros labios
con esa lenta espontaneidad con que se van uniendo los
bordes de una herida,
y nuestros corazones suben una vez más,
con esfuerzo testarudo y discípulo,
un amor
o un andamio,
un andamio de huesos que nos lleva a esa altura donde la
mesa se hace pan
y todo queda vinculado,
mientras sigues subiendo como puedes,
un amor compartido
o un andamio,
ese andamio de juntura y perdón en que consiste la alegría.
3 de agosto de 1976
somos únicos
ni mucho menos,
por diversas razones, entre otras
porque nunca quisimos disfrazarnos de amantes,
y además no tenemos esos ojos que se asemejan a una
pantalla,
en la cual
todos cuantos se miran sienten su conversión;
quiero decir,
que por el hecho de mirarnos
se convierten sin más ni más en televidentes,
y empiezan a vivir,
paralíticos y necrosándose,
en la televisión de la mirada.
No es eso, por supuesto,
y nadie va a pedirnos cuentas de nuestra alegre podredumbre,
ya que no nos ha sido necesario llevar un tren en el bolsillo,
ni queremos que todas las semanas llegue la primavera,
ni hemos juzgado a nadie,
y cuando hablamos con amigos nunca estamos inquietos
como anguilas escurridizas
esperando la menor ocasión para hacer la del humo.
Muchas cosas nos hacen diferentes,
es cierto,
pero no somos únicos
ni nos hemos sentido culpables,
ni siquiera llevamos una escafandra sobre el sexo
para hacer el amor sin ahogos;
y por si todos estos razonamientos fueran inútiles,
que lo son,
puesto que hay que contar con la inutilidad de casi todo lo
que hacemos,
fuerza es reconocer
que no tenemos lepra ministerial,
ni hemos sido tan ordenados
que pudiéramos anunciar nuestra defunción en la tarjeta de
visita,
ni llevamos una hormiga en la lengua que nos haga reír a la
hora justa.
Y tú sabes que en esto estriba nuestra suerte,
nuestra corriente alterna,
ya que somos mortales y vivimos la limosna diaria
y contamos los años por latidos y somos
laminaciones de estupor,
ceniza indivisible y volandera
pero ¡qué importa esto!
qué nos importa lo que pueda venir si la mentira es una
prórroga,
y nosotros no queremos mentir,
no nos queremos prorrogar,
no lo necesitamos para ser contumaces como dos seres que
se aman,
como dos tartamudos que se apoyan para encontrar su
identificación en una sola sílaba,
en una sola huella
o en una sola lágrima
que se va desplazando entre nosotros hasta que se convierte
en una lágrima dialogada,
mientras se juntan nuestros labios
con esa lenta espontaneidad con que se van uniendo los
bordes de una herida,
y nuestros corazones suben una vez más,
con esfuerzo testarudo y discípulo,
un amor
o un andamio,
un andamio de huesos que nos lleva a esa altura donde la
mesa se hace pan
y todo queda vinculado,
mientras sigues subiendo como puedes,
un amor compartido
o un andamio,
ese andamio de juntura y perdón en que consiste la alegría.
3 de agosto de 1976
Diario de una resurrección
Luis Rosales
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