Decíamos
que éramos tan poderosos
como sombreros mejicanos en las
cabezas
de aquellos que perpetuaban la proximidad del invierno.
Dejando
trocitos de aire en los pedazos de cielo
esparcidos en aquella
horrible habitación de hostal
nos fuimos haciendo grandes y
finalmente esquivos
a noches esclarecedoras de blandas peleas
en
callejones baratos o rincones turbios con tipos peligrosos
que no
preguntaban las causas de las cosas
ni la dirección exacta o el
lugar permitido.
Ladridos
de perro en esquinas morosas
lluvia sucia hasta los talones
en
veces que a fondo estallaban
cuando se congelan las apuestas
ganadoras
y el maquillaje se descubre resbalando mentón abajo.
Y
No
hemos llorado a pesar del frío.
Naufragamos a golpes de mar
imaginado
en vías de agua que generosas exigen
la visión de
lo nuestro en ciudades perplejas al dolor.
Nos
miramos desde una oscuridad urgente
las armas pasan frente a la
ventana que nos cubre.
Tal
vez el amor sea una morada.
La provincia es un muro
a
la altura de la boca.
Tengo una intención
y es
salvable su latitud
prudente. Es en el sendero
desde el que
emigro hasta mi casa
donde encuentro las flores comestibles.
Ciudades como
arañas
cinceladas a martillo
y estar aquí tendido a sol
abierto
añadiendo gotas al suelo de un vacío
en meses opacos
y enemigos.
Luego
con los ojos
cerrados y las luces
cerradas. La ventana a medio ojo
de
nosotros
tumbados como sin conocernos
sin saber nada del
viento
que acontece
llego -tú llegas aun más lejos-
a
divisar el fuego entre las ascuas
a quemarme
ya en ti
tocando
las blancas espumas que ha esculpido el tiempo.
Llueve
en las azoteas de octubre
desde
mi puesto de vigía
veo caer puntas de flores
sobre viviendas
enmadejadas
en las que se mienten sus habitantes
cansados de
sábados baratos
en grandes superficies de consumo
aletargado
donde escogen las fuerzas
que les harán conquistar
la semana.
Llueve
en los campos de octubre
yo
no los veo llegar
agazapados tras la noche estirada
como
alimento único la devoran
el agua alza sus verdes a
mediocielo
una luz de plomo está pintando la escena
y en
tardes angulosas como esta tarde
yo me dejo sentir
alimento
agua verdeluz plomo.
los países
mi idioma en
otras lenguas
el comercio internacional
los aranceles
antes
de cruzar
las vallas los muros las fronteras
donde quedan
porciones
de sangre
y de odio
la doctrina creacionista
la
niebla
a los pies de la escalera
en un aeropuerto indefinido
el
asfalto cuando llueve
el asfalto
a 40 grados de locura
las
guerras habituales
y las que están
por habituarnos
las
ventajas fiscales
a los que tributan sucio
el mal reparto
del
dolor
la libertad
al vacío
como concepto
lo que
desayuna
una anciana y no es leche
el tiempo
asaltante
transbordador erosivo proxeneta
todo para y se desborda
ante
el sauce conmovedor de un cuerpo que
se arracima a otro cuerpo
y
ondulan con manos góticas
el encuentro
se recorren en el
goce
se reconocen
antes
de conocerse
como si fueran
gacelas invisibles
hambrientas de alimañas
o flores
en
pradera inmarcesible
la unción contra el daño
la
piel
manchada de piel
desembocando en el sueño