La pesadez
Visto
desde el quicio
del embarcadero
este amor se desluce en
trincheras
o en sendas minúsculas de difícil empuñadura.
Unos
ojos
que te ven hacia la frente del cotidiano milagro
disgregan
el foco hacia un país extraño.
Para
qué, entonces,
los nombres de las cosas, las preguntas,
si
estaciones de paso vacías
y viento indescriptible.
Dónde
esconder la suciedad
de un suelo de otoño anidando febreros.
Se
vuelca el paraguas de puntas aceradas
en un día básico
con
sol y azulceleste.
Las
paradas del mercado central
venden nuestros restos a precio
de
amor inacabado.
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