Estoy solo
en la habitación naranja.
El vientre de Julio se abisma en las ventanas
con sonidos y aromas,
fatigas
de indecible porvenir.
Hay hombros que lucen, impostada, la caricia
y hay piernas inasibles
que prometen su esencia
en la oblicua mirada de unos ojos
que no atisban
a vislumbrar el aerolito
que señala el camino a las pulsiones.
Dentro de ti, y sin ti
brota en azahar la fuente
ignota que ignora
mi nocturnal desahucio.
Silba un silencio antiguo en la metrópoli,
un navío surca el lecho
del mar, amor, y yo divago
-tinta roja, papel lacio-
y esta estúpida indulgencia que me dejó
tu ausencia en el costado.
Ha que sabor tan distante y a la vez tan cercano
ResponderEliminarse queda plantado en la garganta.
Me encantó.
Gino
Sentir tan cerca, estando tan lejos. Noches de insomnio por éste servidor conocidas. Bellos versos.
ResponderEliminarAbrazo
La claridad auténtica de la verdad diurna nuestra en la duermevela; atados al lecho del desvelo. Cada uno con sus fantasmas esperando a que el ojillo de la persiana se abra con la algarabía del día que todo los posterga.
ResponderEliminarCremallera de tu vida que nos abres y que al salir cerramos muy despacio.
Un abrazo
Baste con decir que me ha encantado este poema que siento tan cercano.
ResponderEliminarUn abrazo.